domingo, 25 de abril de 2010

Maltrato en el lugar de trabajo


Entre el "nada puede hacerse" y el "protesto... ¿y me expongo demasiado?"

¿Te ha ocurrido alguna vez esto de presenciar alguna situación de maltrato en el lugar de trabajo? ¿Fuiste víctima? ¿O tal vez testigo de un maltrato a otros?

Lamentablemente el maltrato psicológico no es una novedad: humillaciones, desprecios, descalificaciones, insultos, etc. No resulta extraño identificar como observadoras este tipo de situaciones. Por ejemplo, vamos a un negocio y vemos que el jefe maltrata a un empleado que nos está atendiendo. Notamos al empleado avergonzado, porque es un adulto al que están reprimiendo de mala manera y delante de otros, no es para menos que se sienta mal. Pero, por temor a perder su empleo, no puede manifestar su descontento. Probablemente, desde la empatía, este tipo de escenas nos transmitirán diversas emociones.

Ahora bien, considero que generalmente nos cuesta un poco más caer en la cuenta de la gravedad cuando somos nosotras las receptoras de este tipo de agresiones. Muchas veces dudamos de lo que percibimos, creemos que nos sentimos incómodas pero que tal vez entendimos mal o sobredimensionamos el hecho. O hasta podemos llegar a pensar que realmente hicimos algo tan mal como para merecer ese desdén, en claro conflicto con nuestra autoestima.

Cuando la situación se repite varias veces, comenzamos a convencernos de que no podemos estar tan confundidas y damos crédito a nuestros sentimientos y percepciones. Es entonces cuando comprendemos que hay algo que hacer porque estamos sufriendo un maltrato.

Y pronto nos enfrentamos al dilema planteado al comienzo: ¿cómo puedo hacer algo sin generar más conflicto? ¿cómo puedo plantear este tema si la persona que lo genera tiene un cargo superior? Ante tal disyuntiva solemos optar por guardar silencio.

De esta forma muchas situaciones de maltrato pueden mantenerse en el tiempo. En cierta forma "naturalizamos" la violencia, nos resignamos a que "así son las cosas y nada puedo hacer para que cambien".

Reflexionemos al respecto. Sabemos que ni la violencia física ni la psicológica deberían ser admitidas en ningún contexto, aunque nos hayamos acostumbrado a ello, aunque nos digan que siempre fue así. Pero, al no saber cómo manejar la situación, podemos acabar convirtiéndonos en víctimas crónicas o, en otros casos, en testigos impotentes ante el maltrato hacia algún colega.

Una vez que aceptamos que esta situación de hostigamiento no es sana, hemos dado el primer paso. ¿Qué hacer entonces? Debemos evaluar la posibilidad de hablar con Recursos humanos, un gerente criterioso o algún profesional que pueda orientarnos. En ocasiones podemos enfrentarnos a la indiferencia de la organización. Es preciso ser conscientes de que ello puede ocurrir y que tal vez hasta nos expongamos a respuestas aún más hostiles. Se necesita avanzar con cautela, cuidando nuestra fuente de trabajo pero al mismo tiempo valorándonos a nosotras mismas y al resto de los colaboradores, procurando poner los límites que sean pertinentes a aquellos que se olvidan del respeto y de la dignidad de las personas.

Si nos hallamos en una encrucijada porque necesitamos el empleo y sentimos que no nos queda otra opción que continuar allí y con este problema, nunca permitamos acostumbranos al maltrato y continuemos buscando otra solución alternativa (acudiendo a ayuda profesional, buscando otro trabajo, hablando con otro integrante de la empresa que pueda orientarnos, solicitando asesoramiento legal, etc.)

Siempre hay un término medio entre no hacer nada y hacer todo junto o impulsivamente. Porque entre todo y nada siempre hay algo. En este caso, la posibilidad de cambiar la mirada propia sobre el tema, que no es poco.

¿Viviste alguna situación como esta? ¿Pudiste resolverlo? ¿De qué manera? ¡Gracias por compartir tu experiencia!

Candela, en colaboración con Mundo de Secretarias
Basadas en artículos de Psicología Laboral y reflexiones personales

Mundo de Secretarias